viernes, 5 de marzo de 2010

Viva la vida.

Subió la persiana y la claridad inundó su habitación, no pudo remediarlo, abrió la ventana y saltó a la terraza, iba en ropa interior y la luz del sol comenzó a apoderarse de su cuerpo, cada haz de luz traspasaba su piel y calentaba sus células, transmitiendo una sensación de placer y calor que le era difícil describir, pero que no podía dejar de disfrutar. El aire apenas rozaba su cuerpo y no notaba sensación de frío a pesar de estar en el mes de marzo. Cada célula, cada mitocondria, ribosoma, rebosaba luz, calor y energía, se sintió vivo, y tenía ganas de mostrarselo al mundo...
Cerró los ojos y cuando volvió a abrirlos era de noche, la sensación de placer continuaba, su cuerpo se movía al ritmo frenético de la música, sentía como cada poro de su piel vibraba con cada melodía, era como si las vibraciones acústicas entrasen en su cuerpo por la yema de los dedos, por el cuero cabelludo, por el pabellón auditivo, por la propia piel, y saliesen por los pies en contacto directo con la tierra, era una sensación casi narcótica que emborrachaba sus sienes y todo su cuerpo de un placer poco descriptible y muy disfrutable...
Hacía mucho tiempo que no lo sentía, pero por unas horas él fue feliz, sin importarle nada ni nadie, se sentía bien, estaba en el lugar propicio y en el momento idóneo. Cuando volvió a abrir los ojos estaba en su cama, tapadito, calentito, y con una sensación de placer poco confesable.



Se me cuiden. Besos.